Zuera antes de Zuera, por Alberto Sevilla

Hablar de la historia de Zuera es una tarea harto complicada. De hecho, los mas de 10 nombres con los que se ha conocido al municipio, Gallicum, al-Sujaira, Çuera, Zufaria, Rosera, Çohera, Zohera, Zofera, Zufaria…y así hasta el actual Zuera, nos ilustran por un lado de la antigüedad del mismo, y por otro, de la huella que en el pueblo dejaron las distintas culturas que por el pasaron a lo largo del tiempo.
Pero la información que poseemos de cada una de estas épocas es desigual, pues la mayor parte de los datos nos vienen por la existencia de documentos escritos a partir de la Edad Media, por lo que tenemos importantes lagunas en el conocimiento de nuestra historia. Intentemos, aún así, hacer una aproximación.
El termino municipal zufariense ocupa una extensión de más de 33.000 hectáreas. Geográficamente se encuentra en la unidad morfológica de la Depresión del Ebro, camino de las sierres pre pirenaicas, y su termino esta recorrido, de norte a sur por el río Gállego. En esta superficie se reparten los pinares, zonas de monte bajo y la ribera del río antes mencionado.
Este vasto solar, que en un lejano futuro será conocido como Zuera, fue ocupado a lo largo de la historia por diversos pueblos y grupos culturales.
Nuestros conocimientos acerca de estas gentes son prácticamente nulos, pues carecemos de documentos relacionados con esta primitiva etapa, al ser la escritura, por estas fechas desconocida. No obstante tenemos noticias de una serie de yacimientos arqueológicos de distintas épocas. Ninguno de estos ha sido excavado y , en la mayor parte de los casos, se trata de hallazgos casuales o fruto de la prospección (es decir de la localización de restos arqueológicos en la superficie), por lo que la información disponible sigue siendo la misma. Aun así, se conoce en el término municipal más de 25 yacimientos de distintas épocas. Por tanto ¿hasta donde nos podemos remontar la historia de Zuera y qué información podemos obtener de estas épocas tan lejanas? La verdad es que, a día de hoy, los datos son muy insuficientes, pero aun así podemos hacernos una pequeña idea de lo que aquí paso hace unos pocos miles de años.
El Calcolítico
En una zona del monte de Zuera conocida como el Cubil o Barranco de los Huesos, nombre bastante ilustrativo, se conoce la existencia de restos humanos que parecen tratarse de antiguos enterramientos-aunque no con total seguridad-en el Calcolítico. Nada más sabemos de los mismos. No se han excavado, y su conservación peligra por estar ubicados en una zona de barranco de transito de motos y quads.
No obstante, y mediante paralelismos con otras zonas aragonesas, podemos establecer que el Calcolítico (o edad del Cobre) es una etapa de la historia que enlaza con la ultima fase del Neolítico, periodo en el que nace la agricultura y la ganadería. Cronológicamente se desarrolla entre el III milenio y el 1800 a.C, es decir hace unos 5000 o 4000 años.
En el paso del Neolítico a las edad de los metales se gastan una serie de transformaciones globales muy importantes.
Entre estas dos fases no se produce una ruptura, sino que se trata más bien de una transición durante la cual se populariza el uso del metal (cobre por el momento). Pero no solo es este hecho el que da una importancia singular al periodo, sino que a causa de la sedentarización heredada del Neolítico-ya que los agricultores tenia que vivir cerca de sus campos-, se produce un aumento demográfico, que junto con un paulatino cambio climático, producirá un desequilibrio entre población y recursos. Este como ha sido habitual a lo largo de la historia, solo podrá resolverse por dos vías:
• Por la migración, por la que los excedentes poblacionales buscan nuevas tierras en las que instalarse.
• O por la mejora tecnológica, que implicara una especialización agropecuaria y, que medio largo plazo, dará lugar a una jerarquización social.
Estos hechos no son una consecuencia directa de la aparición del metal, pero si que se ve directamente influidos por este. Pues la localización concreta de fuentes minerales, a diferencia de la universal localización de la piedra utilizada en otros periodos, provoco el surgimiento de núcleos de poder que aceleraran esta polarización social, distanciando estos territorios (en el ámbito económico y social) de las poblaciones que reciban los objetos ya manufacturados.
Estas poblaciones que, supuestamente, en su día habitaron el futuro solar zufariense, y como sabemos, con exactitud para el resto de Aragón, era de carácter agrícola y ganadero, al mismo tiempo que completaban su dieta con vegetales recolectados y piezas de caza-que debió ser muy abundante en nuestros montes-; por lo que tenían una economía de aprovechamiento total de los recursos a su alcance. Sembraban trigo, lentejas, lino, cebada y habas; y su cabaña esta compuesta por ovicapridos, bóvidos, caballos y en menor proporción cerdos.
La Edad de Bronce
Se trata de la siguiente etapa, de la prehistoria reciente. De hecho, y a excepción de la zona de los Balcanes, el periodo anterior se ha visto como un momento de transición entre el Neolítico Final y la Edad de Bronce que como una etapa independiente, con caracteres propios. Cronológicamente, nos sitúa entre los años 1800 y el 750 a.C por tanto hace unos 4000 o 27000 años.
Este periodo parece definirse por una relativa tranquilidad y prosperidad que permitió la ocupación de distintos enclaves y la aparición de numerosas culturas estables, siendo en el ámbito europeo, una época de gran diversidad.
En nuestro pueblo, la ocupación espacial en esta etapa esta a atestiguada por la aparición de algunos elementos aislados, tales como una hermosa y sencilla haba de bronce de tipo argárico en el Barranco del Salado, cerámicas, puntas de flecha y otros elementos repartidos por el termino municipal.
En esta época, mientras que Zuera, en Aragón y en gran parte de Europa Occidental continúan las directrices señaladas para el periodo anterior, incipiente agricultura y ganadería, aparición de los primeros poblados con estructura urbana, comienzo sistemático de la explotación de los minerales, etc., en el Mediterráneo Oriental los Imperios de Egipto y el Próximo Oriente se encuentran en su mayor esplendor. Es en esta época cuando se construyen las pirámides, y en Grecia florece la civilización Minoica y Micénica, con los grandes palacios cretenses y la época en la que Homero sitúa la Ilíada y la Odisea. No en vano, la riqueza de Troya venia dada por el control de la ruta de estaño, mineral muy valioso que en aleación con el cobre da como resultado el bronce, metal que da nombre al periodo.
En general asistimos a la extensión por toda Europa, de los cambios originados en el Calcolítico balcánico, con el desarrollo de la metalurgia y el descubrimiento del bronce. En la Zona de los Cárpatos, en Europa Central, aparecerán una serie de elementos de mejora tecnológica tales como el abono, el carro, el arado o las espadas. Innovaciones que no tardaran en extenderse por todo el continente y cuya repercusión, en la economía y en la sociedad, será enorme.
La Edad de Hierro
En esta etapa nuestro conocimiento global es la mayor, en parte por las posteriores noticias que de la misma nos darán los romanos. La Península Ibérica esta poblada por una serie de pueblos prerromanos, que serán los posteriormente conquistados por Roma.
En un primer momento se trata de las comunidades de la etapa anterior, Bronce Final y I Edad de Hierro. Éstas se caracterizan por en lo material por la adopción del torno de alfarero y la difusión del hierro: sus poblados se organizan en un urbanismo cada vez más complejo y las jerarquías están más definidas y más polarizadas, aunque los modos de vida parecen seguir las pautas enunciadas para la etapa anterior. Este periodo está plenamente definido en la llamada II Edad del Hierro, que comienza en torno al 550 a.C, y llega hasta la conquista romana, 197.a.C; consolidada tras la victoria de los ejércitos de César en el año 49 a.C. Nos referimos a una etapa cuya duración es de unos 500 años.
En los territorios del actual Aragón convivían tanto pueblos de origen celtíberos, como de origen indoeuropeo: vascones e iberos. Para lo que a Zuera respecta parece una etapa complicada pues las informaciones que poseemos parecen, hasta cierto punto contradecirse.
En primer lugar conocemos yacimientos de época ibérica, en concreto en las inmediaciones de la Ermita del Salz, aunque también en otros lugares. No podía ser de otro modo pues la futura Zaragoza, llamada por entonces Salduite, era una importante ciudad ibérica y es lógico pensar que su influencia en su entorno más inmediato, ser haría notar.
Pero también las fuentes nos informan de cómo el territorio ocupado por los vascones sufrió una “ampliación territorial” a costa de sus vecinos ( iacetanos, suesetanos, celtíberos y sedetanos), por aliarse con los romanos. Si atendemos a estas noticias parece posible establecer si no lo presencia de vascones si su influencia. Al respecto, no debemos pasar por alto que el actual País Vasco solo fue ocupado por los vascones años después, ya que en origen estaban situados en la actual Navarra y en la parte noroeste de Aragón, así nos consta en informaciones del año 70 a.C.
Al mismo tiempo, el río que pasa por nuestra villa se llama Gállego, que significa exactamente río céltico ( en latín gallicum flumen), pues los romanos llamaron galos a los que los griegos habían dado el nombre de celtas, Además Galicum será el posterior nombre con el que los romanos conocerán nuestro pueblo, hecho bastante significativo. También en Ontinar del Ssalz, pedanía de Zuera, conocemos la existencia de restos celtibéricos.
No obstante, la falta de excavaciones y el conocimiento superficial de los yacimientos nos impide ser más concretos. En todo caso, parece existir una continuidad poblacional con respecto a las etapas anteriores. La actual Zuera según nuestra noticas, parece que fue en esta época un complejo nudo de comunicaciones, intercambio y multiculturalidad, no por esto siempre de forma pacífica. Su situación estratégica, la cercanía a una importante ciudad y la riqueza de sus montes debieron ser un marco ideal para el desarrollo de las distintas comunidades que , a través de los tiempos, poblaron el futuro solar zufariense.
La llegada de Roma
Con este complejo panorama se encontraron los romanos en el momento de la conquista de la Península.
En muchos aspectos, la conquista militar es un presupuesto esencial de la romanización y en el caso de la Península Ibérica este proceso particularmente largo. La conquista comienza en el 218 a.C, con el desembarco de los Escipiones en Ampurias, y termina entre los años 19 y 16 d.C, cuando los últimos focos cántabros fueron sometidos. Lo que supone unos 200 años de cambio y asimilación. La propia metrópoli sufrirá enormes transformaciones ya que, durante estas dos centurias, llegara a controlar todo el mar Mediterráneo y pasara de la oligarquía republicana al poder Imperial, con todo lo que ello implico. En la Península las distintas etapas de la conquista conllevaran una desigual asimilación de la romanidad, temprana en zonas de levante y mas tardía conforme se avanza al interior y el norte.
La Península Ibérica entrara en contacto con Roma a raíz de la II Guerra Púnica (219-201 a.C). Tras la perdidas de la I Guerra Púnica (264-241 a.C), los cartaginenses, bajo el caudillaje de Almilcar Barca, encauzaron sus esfuerzos hacia Iberia, extendiendo su dominación desde la costa sur hasta el centro y oriente de la Península Ibérica rica en metales y cereal, financiaba las indemnizaciones de guerra a la vez que servía como campo de entrenamiento a los ejércitos cartaginenses. El objetivo era construir un poder púnico capaza de enfrentarse a Roma de nuevo. Los romanos solo sintieron esta amenaza cuando Asdrúbal, sucesor de Almicar fundo la base naval Carthago Nova (actual Cartagena); por esto se llego a un pacto en el 226, por el que se reconocían pretensiones de Cartago en el sur de la Península, limitando su expansión hasta el sur del río Ebro. Es decir, en un principio, los territorios que en la actualidad conforman nuestro municipio quedaron bajo controlo romano. A pesar de que en un primer este control sería teórico-pues aun no se habían conquistado-, con el desarrollo de la guerra este dominio pronto acabaría por ser real y efectivo.
Con la derrota de Cartago,y pese al fin de la guerra, las tropas romanas permanecerían en la Península, pues Roma seguía temiendo que una retirada precipitada invitase a una nueva invasión cartaginesa. Esta presencia prolongada hizo necesaria alguna forma de gobierno. En otros lugares lo normal había sido el establecimiento de alianzas o clientelae con el anterior rey de la zona; pero esta directrices ere difíciles de seguir en Hispania, una zona muy heterogénea y poblada por distintas tribus, con diversas culturas y muy desunidas, muchas de las cuales habían estado al servicio del enemigo púnico. La única solución era el control directo sobre el territorio por lo que, los romanos crearon dos pretores que gobernarían dos nuevas provincias: Hispaina Citerior (o próxima) y la Hispania Ulterior ( o alejada), aunque en un principio esta división fue hipotética, pues fueron estos pretores los encargados de establecer los limites de la misma.
Zuera estaba incluida en el primer momento de la conquista, de hecho la frontera parece situarse en torno a su territorio. Por ello, la romanización de la zona será temprana y con el tiempo, sobre todo con la llegada del Principado ( es decir del gobierno imperial de Roma), muy importante.
El número de yacimientos conocidos en esta etapa se multiplica. Pero no es solo su abundancia, sino la diversidad y riqueza de los mismo lo que nos permite ser mas precisos en nuestras informaciones.
Zuera, denominada Gallicum, se convierte en punto obligado de paso. Dos vías atraviesan el territorio de nuestro municipio, y además es mencionado en el Itinerario de Antonio (recopilación de rutas del Imperio Romano escrita hacia el 290 d.C), como una mansio, una especie de posada de carácter oficial situada en las inmediaciones de la vía. La Vía Lata, o camino ancho, era el que comunicaba Caesaraugusta, actual Zaragoza, con Osca o Huesca, a través de este antiguo camino del que todavía quedan importantes restos.
Y aunque no son pocos lo que sitúan la antigua Gallicum en el actual caso histórico de Zuera, no debemos olvidar la existencia de importantes yacimientos romanos en el municipio. Entre ellos destaca el conocido como Convento de los Santos, en el que se han recogido abundantes materiales que , desgraciadamente están en poder de particulares que se han dedicado a expoliar el yacimiento sin ningún criterio ni interés científico, y con un interés puramente egoísta. En esta zona, parece que hubo una importante fuente de aguas salutíferas, pues d aquí procede un ara de mármol con dos serpientes enroscadas dedicada a Esculapio, dios romano de la medicina, y que se conserva en el Museo Provincial de Zaragoza.
Además de muchos otros lugares del municipio conocemos la existencia de restos arqueológicos de esta época, quizás pertenecientes a villas o asentamientos rurales dependientes de Caesaraugusta. También gran parte del trazado de la actual acequia, que todavía conserva importes tramos de obra romana, e incluso un antiguo autor, Lastanosa, menciona como en Zuera se conservan los restos de un columbario o un monumento funerario romano, hoy desaparecido.
A pesar de todo lo dicho, nuestro conocimiento de estas épocas es prácticamente nulo. A falta de documentos escritos, los restos materiales que estas culturas dejaron tras de sí –y que ahora yacen olvidados bajo tierra-son los únicos que pueden ayudarnos a reconstruir lo que un día fueron estas tierras y sus gentes. Lo que tal vez nos permita comprender lo que somos ahora.
Muchos de estos datos todavía esperan ser rescatados del olvido, pero desgraciadamente muchos otros se han perdido para siempre y con ellos parte de nuestro patrimonio cultural. Por tanto, nuestros esfuerzos deberían encaminarse si no a la recuperación de ese pasado, sí a la protección y preservación del mismo para transmitirlo a las próximas generaciones, que tal vez un dia se pregunten de donde vienen. La historia, para bien o para mal, se repite con demasiada frecuencia, y un pueblo sin historia y sin cultura es un pueblo sin identidad.

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